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lunes, 27 de junio de 2011

EXHUMACIÓN


Encontré a mi viejo diario en un estado óseo y pálido. Había bajado algunos kilos, pues sus letras ya no arrastraban el peso de la exploración y casi sentí un engaño a mi pubertad proceder con la exhumación. En las fotografías tropecé con una forastera, la misma de la que el patriarca Coronado, ya no más mortal; fabricaba fallidos versos. De esas imágenes que yacen malcriadas en las letras y los retratos, buscaba recuerdos que me hablaran de esos años cuando vivía en mundos de papel.

Sólo tenía 5 años, la mañana empezaba nueva y precoz. En sus luces la casa se invade de olor a café, trigo y anís, una de esas especialidades culinarias no heredadas en mis genes y que hacen a mi mamá tan indispensable; como todos los días ella iría a trabajar y yo la esperaría, ensimismada en las construcciones que lograba con el armatodo, el andar de los gusanos y la pintura de caracoles fugitivos. Únicamente era interrumpida por el régimen de la señora Silvia que me perseguía mientras fuera su horario laboral en el que ya se sumaba el destierro de varias mascotas y la baja de mi tetero, pero había algo de lo que jamás podría despojarme.

Una noche, mamá llegó con una sonrisa y una caja escondida tras la espalda, esperaba un cachorro, pero pronto supe que aquella caja era mágica, pues contenían los planos de los mundos de papel, sus portadas azules hacían alegoría a castillos medievales y en sus páginas los colores podían hablar, y vivir; eran mis cuentos. Todas las tardes mi tío me leía bajo la sombra de las cayenas, se había convertido en mi lector favorito, pues fabricaba matiz a matiz, alegorías del bien y el mal, personificados en animales astutos partidarios de Darwin, niñas desobedientes, galanes afeminados, princesas fresas y fáciles, y cómo olvidar a las brujas dismorficas con complejos de Narciso. En aquel tiempo esas historias traían intactos los lugares donde se abrirían las heridas del crecer.

Los días pasaron y él, papá, había llegado, el trigo fue sustituido por trincheras, y la militar aprovecho la comunicación rota para esconder mis cuentos, sin embargo con el uso y el desuso aprendí a cómo tenerlos conmigo, y con un poco de ayuda extra pude encerrarme en mis libros, que tenían siempre una solución: soplar y soplar hasta que el depredador se fuera, dar golpecitos con el zapato para volver al hogar, o quizás cerrar los ojos para ir al país de las maravillas donde te ofrecen elegir entre ser pequeña y grande; así me hice inmune, así sigo siendo una niña envejecida.

domingo, 28 de marzo de 2010


El viento corría pesado
arrastrando notas de nicotina.
La luna no trabajaba esa noche,
en está esquina de música turbía
sólo los que vivían de este mundo
conocían las sombras que danzaban en las penumbras.
Y ahí estaba ella
con su cuerpo de vicio
y su sonrisa postiza
negociaba su amor,
traficaba fantasías
una y mil mujeres con el mismo nombre
una para cada noche,
muchas para una sola sabana
baratas pues la efervescencia de sus dias ya había pasado
aun empapada en pestilencias de placeres
recogía indecisa la cartera , y tal véz el reloj de un muerto.
Lizeth Gutiérrez

jueves, 4 de marzo de 2010

Soy Lizeth Gutièrrez.
estudiante de comunicación social
en este espacio encontraran un homenaje a la escritura: (historias, poemas)