domingo, 28 de marzo de 2010
El viento corría pesado
arrastrando notas de nicotina.
La luna no trabajaba esa noche,
en está esquina de música turbía
sólo los que vivían de este mundo
conocían las sombras que danzaban en las penumbras.
Y ahí estaba ella
con su cuerpo de vicio
y su sonrisa postiza
negociaba su amor,
traficaba fantasías
una y mil mujeres con el mismo nombre
una para cada noche,
muchas para una sola sabana
baratas pues la efervescencia de sus dias ya había pasado
aun empapada en pestilencias de placeres
recogía indecisa la cartera , y tal véz el reloj de un muerto.
Lizeth Gutiérrez
jueves, 4 de marzo de 2010
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